Una de las principales características de la vivienda es su doble consideración de bien social y producto de mercado. Esta condición provoca que un mismo bien atienda, por un lado, necesidades humanas esenciales como el derecho a la vivienda y, por otro lado, intereses privados como la generación de riquezas para inversores financieros e inmobiliarios. Los bienes inmuebles de manera histórica han sido considerados como objetos de inversión por su alto grado de consolidación y seguridad, sin que haya podido la vivienda escapar de ello, llegando a convertirse en el único patrimonio y bien más significativo para muchas familias. Ahora bien, tanto desde la perspectiva de la economía doméstica, como de la financiera, se trata de un bien de alto costo que constituye una sustancial inversión para la que no siempre se dispone de los recursos económicos. [...]

Fundación Fernando Fueyo Laneri